Seguro que conoces a alguien o has oído hablar de personas que han fumado como cosacos durante años y han vivido muchos años y sin desarrollar cáncer. Esta es la justificación en la que se amparan muchos fumadores para rebatir el aviso de «fumar mata» y otros que aparecen en las cajetillas de tabaco.
Efectivamente, no todos los que fuman sufren una muerte temprana ni desarrollan cáncer. Parece que esto tiene una explicación científica.
El tabaquismo es potencialmente mortal
Se ha demostrado que el tabaquismo tiene consecuencias drásticas para la vida útil y la progresión de las enfermedad,es y se ha sugerido que la exposición constante a los cigarrillos puede afectar el riesgo de muerte y de enfermedad a través de su aceleración del proceso de envejecimiento.
Sin embargo, no todos los fumadores experimentan la mortalidad temprana. De hecho, una pequeña proporción logran sobrevivir a las edades extremas.
Sobrevivir al tabaquismo parece ser una cuestión genética
Un grupo de investigadores han estudiado a fumadores de larga vida como fenotipo para identificar una red de SNPs (una variación de la secuencia de ADN que ocurre comúnmente dentro de una población) que permite a ciertos individuos poder soportar mejor los daños provocados por medio ambiente (como el tabaquismo) y mitigar los daños. En conjunto, estos SNPs se asociaron fuertemente con altas tasas de supervivencia.
Dicen los investigadores que existen pruebas de que estos genes puedan facilitar la extensión de la vida útil, aumentando el mantenimiento y la reparación celular. Por lo tanto, a pesar de que algunos individuos están expuestos a altos niveles de estrés biológico, como las que se encuentran en el humo del cigarrillo, sus cuerpos pueden estar mejor preparados para hacerle frente y reparar el daño.
Estos hallazgos sugieren que la longevidad, en lugar de ser totalmente determinada por factores ambientales, pueden estar bajo la regulación de las redes genéticas complejas que influyen en la resistencia al estrés y la estabilidad genómica. Por lo tanto, hay razones para creer que los fumadores de larga vida representen un grupo biológicamente diferente, dotado de variantes genéticas que les permiten responder diferencialmente a los estresores ambientales.
La inestabilidad genómica también pasa a ser una de las señas de identidad de la patogénesis del cáncer, por lo que los mismos genes que pueden promover la supervivencia entre los fumadores también pueden ser importantes para la prevención del cáncer. Esto es consistente con los hallazgos del estudio, que mostró que los genes identificados fueron asociados con una prevalencia del cáncer casi un 11% inferior.
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